El miedo es la señal que emite nuestro cuerpo cuando detecta un posible peligro. De forma parecida a los sistemas antiincendios de algunas escuelas, museos, hospitales, etc., nuestro cuerpo tiene también un sistema de alarma que nos avisa, mediante la sensación de miedo, cuando detecta "caras enfadadas”, "perros gruñendo”, "madera ardiendo”, "suelo alejándose de los pies”… Gracias a la sensación de miedo, podemos evitar exponernos a peligros reales. Si no tuviéramos miedo al fuego, por ejemplo, podríamos quemarnos con facilidad. Si no tuviéramos miedo a las alturas, podríamos terminar a menudo (o más a menudo de lo habitual) con alguna pierna rota o subidos a árboles de los que no sabemos como bajar…
La señal que sentimos como miedo es pues muy útil. Además de servir para avisarnos de un posible peligro, la sensación de miedo puede ser divertida cuando sabemos que el peligro no es real. Quizás te guste jugar a dar sustos con falsas arañas, o mediante gestos y caras monstruosas. Puede también que te diviertan las películas de miedo…
Pero cuidado con las falsas alarmas…
Nuestro sistema de alarma es en ocasiones demasiado sensible, dando lugar a falsas alarmas, es decir, nos avisa de peligros que no son reales. Por ejemplo, podemos sentir miedo de una cuerda que hemos confundido con una serpiente. O podemos pensar que nuestros compañeros se ríen de nosotros cuando en realidad están comentando una película. Puede que tengas muchos miedos o puede que tengas muy pocos. No es ni mejor ni peor tener muchos o pocos miedos. Pero si tienes miedos que te molestan y que te gustaría no tener, no dudes en explicarlo a tus padres o maestros. Algunos miedos desaparecerán a medida que crezcas, pero otras veces hay que hacer algunos ejercicios para que te molesten menos. En estos casos, existen psicólogos que pueden ayudarte y para ello es importante que lo hables con tus padres o maestros.
Puede que te divierta provocar miedo a tus compañeros más miedosos. Está bien si lo haces ocasionalmente y de forma amigable. Gracias a tus bromas ocasionales, puedes ayudarles a que, poco a poco, aprendan a sentir menos miedo. Sin embargo, si lo haces muy a menudo o los sustos son muy intensos, el problema de tus compañeros más miedosos podría empeorar. Piensa que el miedo puede doler tanto como el dolor real de un golpe o una herida y no es fácil para ellos dejar de sentir miedo. Si eres de los que tienen pocos miedos, piensa que tus compañeros más miedosos pueden aprender mucho de ti. Es posible que también tu puedas aprender de estos compañeros. Frecuentemente, los compañeros más miedosos tienen habilidades que tu tienes menos desarrolladas. Por ejemplo, las personas más miedosas pueden tener, en algunas ocasiones, mayor capacidad de observación.
La sensación de miedo hace que la vida sea más segura, más emocionante y, a veces, más divertida. Sin embargo, es importante que nuestros miedos no sean ni demasiado intensos ni demasiado duraderos. Si este es el caso, recuerda que puedes pedir ayuda a tus padres o maestros. Recuerda también que puedes reducir tus miedos compartiéndolos con buenos amigos. Los amigos nos ayudan, a menudo, a ver nuestros miedos como en una película hasta el punto de poder reírnos de ellos.