¿Qué podemos aprender sobre la sordera?
Por Isabel Varela Nieto y Silvia Murillo-Cuesta
Llamamos sordera a la pérdida de capacidad para percibir el sonido, que puede ser grave, moderada o leve. La sordera está producida por diferentes causas y puede aparecer en distintos momentos de la vida.
Si se nace con este problema, hablamos de la sordera congénita: así, uno de cada cien recién nacidos tiene algún problema de audición y en uno de cada mil la sordera es profunda. En estos niños es muy importante detectar la sordera antes de la edad de adquisición del lenguaje. Mediante programas de diagnóstico precoz es posible ofrecer el tratamiento adecuado y favorecer un desarrollo normal en la gran mayoría de los niños sordos.
Si la sordera aparece al hacernos mayores se denomina presbiacusia. Esta es la causa más común de sordera y afecta a un 40% de los mayores de 65 años. Este es el grupo de edad que está aumentando más y se calcula que podría llegar a ser la mitad de la población en la segunda década de este siglo. La sordera en los niños dificulta el aprendizaje y el desarrollo del lenguaje, mientras que en las personas mayores disminuye la autonomía y la capacidad de comunicación, pudiendo causar introversión y aislamiento social. En resumen, la pérdida de audición repercute notablemente en la calidad de vida de las personas y tiene un coste elevado social y económico.
La sordera está causada por muchos factores que incluyen los genéticos y los ambientales. Uno de los factores ambientales más importantes es el ruido, que es la tercera causa de baja laboral y un problema creciente en los jóvenes por el uso continuo, y a gran volumen, de dispositivos electrónicos insertados en el oído. Las técnicas de biología molecular y genéticas han permitido identificar muchos genes relacionados con la sordera, lo que ha permitido mejorar su diagnóstico y diseñar nuevos tratamientos. La investigación básica está generando nuevas posibilidades para el tratamiento médico de la sordera.
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