Un niño llamado Santiago
Por José Ramón Alonso
Santiago Ramón y Cajal es un personaje famoso. Es muy probable que en tu ciudad haya una calle dedicada a él. ¿Pero quién era, cómo era cuando tenía tu edad y por qué le dedicaron tantas calles? Santiago nació en un pueblo pequeño que se llama Petilla de Aragón. Era el mayor de cuatro hermanos y su padre era un hombre muy seco y rígido que trabajaba allí de cirujano de pueblo. La familia vivía casi en la pobreza. El sueldo del padre era escaso y además soñaba con llegar a ser médico, por lo que ahorraba todo lo que podía para poder pagarse los libros y los viajes para ir a examinarse. La historia del padre es también muy llamativa, pues a pesar de las enormes dificultades logró su sueño de ser médico y luego profesor de la facultad de Medicina. El padre enseñó a Santiago a leer y a escribir y le llevaba a una cueva para darle clases y enseñarle geografía, historia y hasta un poco de francés sin que nadie les molestara. Santiago contaba después que siempre que oía algo en francés se acordaba de aquella gruta oscura y húmeda. A los ocho años, su padre se trasladó a otro pueblo, y los niños de la nueva localidad recibieron a Santiago con insultos, golpes y pedradas. Quizá en parte por aquella mala acogida se convirtió en un pésimo estudiante y en un hijo rebelde. Tanto su padre como los profesores que tuvo intentaron hacerle obedecer a base de gritos, azotes y correazos con el cinturón, pero él siguió siendo un indomable y los estudios, con aquella mala fama, no le iban nada bien. Una vez que hizo novillos, temió el castigo de su padre y se escapó de casa con su hermano y estuvieron viviendo en el monte solos varios días comiendo frutas y raíces. Su padre, que no había parado de buscarles, les encontró durmiendo en un horno de cal, los ató codo con codo y se los llevó de vuelta al pueblo donde todos se rieron de ellos al verlos aparecer así atados y seguidos por el padre enfurruñado. Pero Santiago empezó a encontrar cosas que le llenaban: Una fue el dibujo, le encantaba y se le daba muy bien, pero su padre lo veía como una pérdida de tiempo así que se negaba a comprarle pinturas. Santiago rayaba las paredes de las casas para hacerse con pintura y sumergía en agua papeles de colores como los del papel de fumar que usaban entonces para hacerse una especie de acuarelas caseras. El dibujo también le dio algún disgusto como cuando un profesor vio una caricatura suya enorme en una pared hecha por Santiago y a unos niños que la tiraban piedras, pero terminó haciendo dibujos y cuadros maravillosos, pero no ha sido por su labor artística por la que le dedicaron calles. El segundo aspecto que descubrió fue la lectura, y él mismo escribió un pequeño librito sobre cómo tirar piedras y ganar todas las batallas y otro sobre una aventura en una isla que luego escenificó con sus compañeros en verano. Pero aunque fue famoso como escritor y le hicieron miembro de la Real Academia Española, tampoco fue por esto que pusieron su nombre a grandes avenidas. Lo tercero que descubrió fueron los amigos con los que compartió momentos divertidos y otros peligrosos, como cuando unos guardas le persiguieron sable en mano por haber robado flores en un jardín (que él quería para usarlas en sus estudios artísticos). Con sus amigos compartió aventuras, sueños, incluso peleas, pero claro a nadie le dedican calles por ser un buen amigo. También le tocó ser soldado y participar en las guerras carlistas y luego en la guerra de Cuba. Estuvo a punto de morir en esta última, no por heridas de guerra sino por culpa de la malaria, una terrible enfermedad. Se enfrentó a los que robaban la comida de los enfermos pero eso tampoco fue lo que le hizo famoso. Lo último que descubrió Santiago Ramón y Cajal fue la ciencia: fue a ver un eclipse de Sol y le asombró la inquietud que se apoderaba de la naturaleza entera al oscurecerse la luz solar. También aprendió a revelar fotos, algo que le maravilló y que sería una de sus principales aficiones e incluso hizo varios inventos relacionados con la fotografía. También fabricó un cañón ahuecando un trozo de viga que al dispararlo hizo un enorme boquete en la puerta de un vecino. Por eso le llevaron tres días a la cárcel del pueblo con el beneplácito de su padre que pidió que se le privase de alimento durante toda la duración del encierro. Y claro, tampoco por esto se convirtió en un ejemplo para la gente. ¿Entonces por qué fue? Santiago finalmente pactó con su padre que le dejase ir a clases de dibujo y a cambio se esmeraría en los estudios. Así lo hicieron. Santiago terminó el bachillerato y estudió medicina en Zaragoza y finalmente decidió dedicarse a la universidad y a la investigación. Es quizá el mejor investigador del mundo sobre el cerebro, lo que ahora se llama la Neurociencia. En 1906 recibió el premio Nobel, el premio más importante que existe en la Ciencia y siguió investigando. Aunque han pasado más de cien años sigue siendo uno de los mejores investigadores del mundo y el mejor entre los españoles. Gracias a él sabemos mucho más sobre el cerebro, la estructura más compleja del universo. Por eso tantas calles, avenidas y plazas llevan el nombre de Santiago Ramón y Cajal. Quizá algún día seas tú el próximo gran investigador, el sucesor de Santiago, aquel niño de Petilla de Aragón.
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