Hay que seguir el ritmo... circadiano
Por Agnès Gruart
Supongamos que hacemos una entrevista a muchas personas y les hacemos las tres preguntas siguientes: El 3 de febrero del próximo año, - ¿qué estarás haciendo a las 2 de la tarde? - ¿qué estarás haciendo a las 3 y media de la madrugada? - ¿qué tipo de zapatos llevarás, cerrados o sandalias? A pesar que falta mucho tiempo para aquel día, la mayoría de las personas contestarán: comiendo o acabando de comer a la primera pregunta, durmiendo a la segunda pregunta y zapato cerrado a la tercera pregunta. ¿Por qué es así? Pues porque existen los ritmos biológicos, que son la ocurrencia de los fenómenos biológicos de una forma repetida a tiempos regulares. Repetimos la mayor parte de nuestros comportamientos a lo largo del día y a lo largo del año. Se conocen diferentes tipos de ritmos biológicos, según su período o tiempo de repetición. Los ritmos biológicos más conocidos son los que dependen de un fenómeno físico. a) Los ritmos anuales dependen del año sideral y aparecen en determinados momentos del año. Por ejemplo, las alergias, que son más frecuentes en primavera y en otoño. b) Los ritmos lunares dependen del ciclo de la Luna (llena, menguante, nueva, creciente). Por ejemplo, los lobos están más agresivos con la luna llena y las hormigas león hacen nidos más pequeños con la luna nueva. c) Los ritmos circadianos dependen de los cambios que se producen durante las 24 horas del día y la noche. Por ejemplo, descansamos por la noche y estamos activos durante el día. Los ritmos biológicos están determinados por nuestra genética y existen en todos los seres vivos, por lo que podemos ver ritmos tanto en un microbio como en un elefante. Además, los ritmos no se alteran fácilmente por nuestro comportamiento porque existen unas estructuras que actúan como verdaderos relojes que van indicando el tiempo y lo que debemos hacer (comer, beber, descansar, producir hormonas, liberar enzimas, etc.). En las personas, y en todos los mamíferos, el reloj principal está en el cerebro y se llama núcleo supraquiasmático. Este reloj marca con gran precisión cuándo empieza el día y cuándo empieza la noche para que todo el organismo sepa qué tiene que hacer en cada momento. Curiosamente, las aves tienen su reloj en la glándula pineal, que en ellas se encuentra justo por debajo del cráneo y esta podría ser la razón por la que los gallos detectan los primeros rayos de sol antes que nosotros. En relación con los seres humanos, los ritmos circadianos son los que mejor se conocen. El dibujo de más abajo incluye algunas funciones que tienen ritmo circadiano y, así, se puede ver que sobre las 10 de la mañana es la hora en que estamos más despiertos, a las tres y media de la tarde tenemos la mejor reacción ante un estímulo, a las siete de la tarde tenemos la temperatura corporal más alta y a las dos de la madrugada tenemos el sueño más profundo, así como muchos detalles más. Una cosa interesante es que el reloj puede ser sincronizado (puede ajustar su hora) por determinadas situaciones. Por ejemplo, puede no ser aún la hora de comer pero si vemos u olemos algo que nos gusta mucho, de pronto, empezamos a sentir hambre. También tenemos sincronizadores sociales. Así, no es casualidad que todos los niños lleguen a la misma hora al colegio, ¡es que es la hora que la dirección del colegio ha decidido! De todas formas, el mejor sincronizador que se conoce es el Sol: siempre es más fácil levantarse si ya ha amanecido que si aún es de noche. El Sol es el que mejor conecta con el núcleo supraquiasmático para indicarle la hora. 
Aceptando que existen los ritmos biológicos en general, y los circadianos en particular, podríamos preguntarnos ¿para qué sirven todos estos ritmos? Y una manera de saberlo es repasando qué pasa cuando se pierde el ritmo circadiano. Si una persona no duerme bien por la noche, no come a su hora, no se mantiene activo durante el día, etc. lo que le sucede es que come muy poco (o, a veces, demasiado), está cansado, le duele la cabeza, y muchos síntomas negativos más. A veces, estos síntomas nos pueden aparecer cuando estamos de vacaciones porque no tenemos sincronizadores, ni atendemos al reloj y entramos en lo que se llama el curso libre. Este malestar que se siente cuando uno no sigue el ritmo adecuado, nos hace pensar que los ritmos biológicos sirven para organizar todo lo que sucede en nuestro cuerpo y que todo se produzca en el momento más adecuado. Nosotros somos animales diurnos, es decir, estamos más activos durante el día, periodo durante el cual gastamos nuestras energías en todo tipo de actividades, y también tenemos que comer, beber, etc. Nuestro periodo de descanso es por la noche, que también es el momento de reparar células, de almacenar lo que hemos aprendido, etc. Esta organización también sirve si miramos a lo largo del año. Por ejemplo, no nos apetece comer lo mismo en verano que en invierno, ni nos vestimos igual, ni tenemos la misma actividad, ni el mismo humor, porque nuestras necesidades son diferentes según la temperatura, las horas de luz, etc. Esto es aún más interesante porque se ha encontrado que hay una mejor hora del día para determinados alimentos (aceite por la mañana y huevos por la noche) o para tomar las medicinas o para montar en bicicleta o para leer tranquilamente un libro. Por tanto, para sentirnos mejor de estado físico y de humor, debemos seguir las pautas que marcan los ritmos biológicos, respetando las horas de sueño y de comida y repetir dichas pautas, como un reloj, todos los días del año.
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