Inmunotoxinas: balas mágicas contra el cáncer
Por Javier Lacadena
Prácticamente todos los días en televisión o en conversaciones con amigos o familiares, aparece la palabra cáncer. Y detrás de esa palabra, sentimientos de miedo, tristeza o resignación, por que es "el emperador de todos los males”. Una enfermedad que parece de nuestro tiempo, y que sin embargo ha acompañado a la humanidad desde el principio. Se han encontrado huellas del cáncer en momias de hace más de 3000 años.
¿Qué tiene de especial esta enfermedad para que sea tan destructiva y tan difícil de curar?
Para entender lo difícil que es curar el cáncer, lo primero que hay que saber es que en realidad no es una enfermedad, sino un conjunto muy grande de enfermedades que tienen en común un crecimiento exagerado y descontrolado de nuestras propias células. Estas células cancerosas crecen, formando masas, tumores, que invaden nuestros tejidos y órganos hasta que éstos dejan de funcionar y provocan la muerte de la persona. La palabra cáncer viene del latín y griego, karkinos que significa cangrejo, y hace referencia a la forma en la que algunos tipos de cáncer se extienden por los tejidos.
¿Cómo se origina el cáncer?
Cada una de nuestras células tiene la información genética necesaria (su ADN) para asegurar su correcto funcionamiento dentro de un ser vivo, y que hará que forme parte del hígado o se convierta en una célula sanguínea, por ejemplo. Pero si esa información contenida en el ADN cambia, mediante lo que en ciencia denominamos mutaciones, una célula normal puede transformarse en una célula cancerosa. En muchos aspectos es igual a las normales, pero con capacidad para dividirse de forma descontrolada y con nuevas funciones. Estos dos aspectos son claves para entender porque es tan difícil eliminar el cáncer. Por un lado, por su brutal capacidad para crecer y extenderse, y por otro, porque al ser células tan parecidas a las normales, pueden permanecer escondidas e invisibles a nuestro sistema de defensa, el sistema inmune. Imágenes 3D de una célula normal evolucionando a cáncer invasor (de izquierda a derecha).
Hasta hace relativamente poco, el único tratamiento contra el cáncer era la cirugía. Se eliminaba no sólo el tumor sino las zonas de alrededor para tratar de limpiar el organismo. Sin embargo, la mayor parte de las veces, el cáncer volvía a aparecer con más violencia aún si cabe. Luego aparecieron drogas, compuestos químicos que por sus características eran tóxicos para las células tumorales y por tanto podían destruirlas, y moléculas radioactivas que de manera más localizada también eran capaces de destruir las células tumorales. Fue el nacimiento de la quimioterapia y la radioterapia, que hoy en día siguen siendo imprescindibles en el tratamiento del cáncer. Sin embargo, estas formas de terapia tienen un grave inconveniente, son muy agresivas y producen muchos efectos secundarios. ¿Por qué? Porque no son capaces de distinguir entre las células normales y las transformadas o cancerosas, y porque en muchas ocasiones no son capaces de eliminarlas completamente. Es decir, además de matar las células cancerosas también matamos las células sanas.
¿Qué podemos hacer? ¿Tenemos otras armas para combatir el cáncer?
Permitidme una pequeña reflexión. Cuando a los niños se les pregunta "¿qué quieres ser de mayor?”, normalmente las respuestas tienen que ver con lo que ellos consideran sus héroes: bomberos, princesas, policías, astronautas, y más recientemente futbolista, actriz, modelo, o ganador de un reality televisivo. Sin embargo, muy pocas veces contestan: ¡científico! Posiblemente sea culpa nuestra, de los mayores, el que no sepamos transmitiros que los científicos están detrás de todos los avances que nos ayudan a vivir mejor. No podríais chatear, ni whatsapearos sin los descubrimientos de informáticos e ingenieros; no tendríamos vacuna contra la varicela o la gripe, sin el trabajo de bioquímicos o médicos, entre otros.
Ahora mismo, miles y miles de científicos están trabajando para tratar de curar enfermedades. Científicos, que a lo mejor de niños querían ser futbolistas o actrices y que ahora ponen su granito de arena y todo su esfuerzo en ganarle la batalla al cáncer. Todos ellos son héroes, esperando a que vosotros queráis seguir sus pasos. Gracias a ellos, cada vez más a menudo aparecen noticias sobre los últimos avances y descubrimientos para luchar contra esta enfermedad terrible.
Me imagino hace más de 100 años a Paul Ehrlich, un niño alemán, que a lo mejor de pequeño quería ser director de cine, y que sin embargo nunca soñó con que una idea suya iba a revolucionar el tratamiento de muchas enfermedades, entre ellas el cáncer.
¿Sería posible unir una de estas drogas que matan las células a otra molécula para que sólo actúe contra las células tumorales?
Él las llamó balas mágicas, que actuarían como los misiles teledirigidos que están tan de moda en las guerras actuales. Y éste fue el origen de un nuevo tipo de tratamiento: la inmunoterapia.
"Inmuno-"porque se basa en unas proteínas que forman parte de nuestro sistema inmune, los anticuerpos. Nuestro sistema inmune se encarga de proteger el organismo de elementos extraños causantes de enfermedades. ¿Cómo? Distinguiendo entre lo que es nuestro y lo que es extraño, y en este reconocimiento, que es absolutamente específico, juegan un papel fundamental los anticuerpos. Tenemos millones de anticuerpos capaces de reconocer millones de moléculas extrañas, y lo que es más importante, gracias al trabajo de muchos científicos (Koller y Milstein, por ejemplo), somos capaces de producirlos y modificarlos para hacerlos aún más versátiles y mejores.
Volvamos un poco hacia atrás. Las células tumorales son casi idénticas a las células normales, pero sólo casi. Si logramos encontrar algo que las diferencie, un marcador tumoral, y conseguimos un anticuerpo que lo reconozca, podemos hacer que nuestro sistema inmune ataque solamente a esas células tumorales. De nuevo, miles de científicos se han centrado en buscar y en muchos casos encontrar estos marcadores de las células cancerosas, para poder actuar contra ellas sin afectar a las células normales. La inmunoterapia es específica y por eso no solo evita los efectos secundarios del tratamiento tradicional, sino que además es más efectivo.
¿Y si unimos a esos anticuerpos, que sólo actúan contra ese tipo de células tumorales, una droga o una toxina?
Obtenemos las inmunotoxinas, las "balas mágicas” que imaginó Paul Ehrlich hace más de 100 años, y que ahora son una esperanza en la lucha contra el cáncer.
Imaginad que a un paciente con un tipo de cáncer concreto (de colon, por ejemplo) le suministramos una inmunotoxina capaz de reconocer "su marcador tumoral”. La inmunotoxina viaja por el organismo, sorteando y esquivando las células normales hasta que llega al intestino, y ahí en el colon encuentra su diana, su objetivo, las células cancerosas. Una vez que las encuentra, se une a ellas y libera en su interior la toxina o droga que lleva unida. Estas gracias a su naturaleza y a su actividad matan a la célula cancerosa. Misión cumplida. Enemigo eliminado.
 Han tenido que pasar más de 100 años, para que podamos hablar de este tipo de armas o medicamentos inteligentes, pero todavía no hemos ganado, queda mucho camino. El cáncer es un enemigo astuto, capaz de esconderse, de cambiar. Queda mucho por hacer, hay que seguir perfeccionando nuestras "balas mágicas”, para asegurar que lleguen hasta el centro mismo del tumor, para hacerlas más efectivas. Hay que buscar marcadores para cada tipo de cáncer, hay que descubrir las células cancerosas antes de que se extiendan.
¿Se puede curar el cáncer?
Algunos sí, otros todavía no, pero vamos por el buen camino. Tenemos que seguir entendiendo cómo funcionan nuestras células y cómo se transforman. Tenemos que seguir construyendo nuevos diseños de inmunotoxinas, de moléculas basadas en nuestros anticuerpos que sean más eficaces. Cada vez tenemos más conocimiento y más herramientas. Hay que invertir recursos y tiempo. Y sobre todo, hace falta que cuando a los niños se les pregunte que quieren ser de mayor, cada vez más respondáis: Yo, científico.
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